Maputo, 24 de junio de 2021
Muy querido Padre Gailhac
Anhelo eterno, Padre y Fundador
Hoy decidí escribirte para compartir un poco de lo que sentí, de tu presencia y testimonio de experiencias de vida, en el trato con los más desfavorecidos de la sociedad, especialmente los enfermos físicos y espirituales, como peregrino, según los desafíos de tu tiempo.
Estaba leyendo el primer volumen de nuestra Historia, escrito por nuestra difunta hermana Rosa do Carmo Sampaio, que ya vive en la gloria eterna, junto a vosotros, contemplando el rostro del Salvador.
De esa lectura, Padre, me alegré de sus elecciones: entre ser profesora en el Seminario de Montpelier y el ministerio de capellán en el Hospital Central de Béziers.
Sí, Padre, fue una buena elección y un buen discernimiento elegir estar al lado de los más pobres, de los enfermos y de los descristianizados, ser portador de consuelo, en la fe, el amor y la esperanza, confiando en la misericordia de Dios. Qué hermosa y maravillosa misión, Padre. Creo, padre Gailhac, que su corazón abierto le hace ver y tratar los rostros sufrientes. Reconozco por nuestra historia que, desde tu infancia, siempre ayudaste a otros niños necesitados; y, como seminarista, en tu tiempo libre, visitabas a los enfermos, a los presos y ayudabas en los servicios pastorales.
Aparte de todo esto, también sé que fuiste un padre muy cercano a tus hijas, que tuvieron la suerte de escucharte en persona y de ser testigos de tu determinación en los momentos de dificultad y en la búsqueda de la voluntad de Dios – «Una vez que has aclarado la voluntad de Dios, nada puede detenerte». También trató de darnos pautas para que podamos caminar en la búsqueda de nuestra santidad personal y comunitaria, haciendo el esfuerzo de sanar nuestro interior y exterior.
Es con este sentimiento de sanación que comparto con ustedes la repentina enfermedad que tuvo mi sobrina Letina.
Fue en septiembre del año pasado cuando mi sobrina Letina enfermó. Al instante le dio una parálisis que le quitó el habla, dejó de caminar y todo su cuerpo quedó rígido. Mi hermano Tomás, al ver a su hija casi medio muerta, se apresuró a ir al Hospital Central de Beira, y la ingresaron en la unidad de cuidados intensivos llamada de reanimación. A mi cuñada se le saltaron las lágrimas al ver a su hija sufrir así. Toda la familia estaba angustiada y pedía oraciones. Me acordé de ti, Padre, pidiendo tu ayuda para interceder por ella. Lo primero, cuando entré en la capilla a las 21:00 horas, miré su foto y lloré, y luego recé la oración de-por su Beatificación, pidiendo su intercesión. Esa oración se convirtió en un medio circundante en nuestra Área, rezando por la curación de Létina. La familia Erneio se asoció conmigo, rezando esa oración durante 9 días. Así que, al igual que las Hermanas y algunas Hermanas de fuera de nuestra Área, se unieron por la misma causa. El Padre y Fundador intercedió por ella, porque al final de los 9 días Létina Tomás abrió los ojos. Y después de tres días empezó a hablar y a llorar porque quería volver a casa. Entonces recuperó la conciencia. Le agradecemos su ayuda y su maravillosa intercesión.
Seguimos rezando con más fuerza desde que estaba consciente. Su madre le dijo que estábamos rezando con Gailhac. Se puso a rezar con nosotros. Después de tres semanas en la sala de reanimación, Létina pasó a medicina, donde hubo signos de mejoría, estaba fuera de peligro, pero no caminaba; y el médico consideró que era una niña formidable.
Volvimos a empezar la novena y ella dijo: «Vamos a rezar para que pueda caminar». A finales de mes le dieron el alta y el médico nos recomendó programar la fisioterapia, que comenzaría en noviembre. Lo que sabemos, Padre, es que cuando llegó noviembre, no hubo necesidad de fisioterapia, así que te doy las gracias, Padre, porque nos escuchaste, porque tu intercesión fue valiosa. Y, como dice el salmista, el pobre gritó, el Señor lo escuchó. Hoy Létina camina sin problemas. Está curada, bendito seas, Padre y Fundador. Mi familia de sangre, los Galhacquinhas que la acompañaron, se unen a mí para decir Muchas gracias, Merci beaucoup, muchas gracias, Venerable Padre Gailhac.
Reciba los mejores deseos de su hija, Valeria Erneio, RSCM.