En las Constituciones del Instituto de las Religiosas del Sagrado Corazón de María (IRSCM), el Capítulo General se define como «un acontecimiento eclesial y un signo visible de nuestra unidad». En esta asamblea colegial que, cuando está reunida, es la máxima autoridad interna del Instituto, reflexionamos sobre nuestra vida y misión en la Iglesia y tomamos decisiones con vistas a una mayor fidelidad a nuestra vocación apostólica. El Capítulo General determina los objetivos y establece las prioridades del Instituto» (# 55).

En la misma línea, el Cardenal Piróneo nos hablaba en 1968, ampliando la comprensión de un Capítulo General e inculcando su importancia e impacto en la vida de la Iglesia: «Un Capítulo General no es una mera reunión de estudio, un encuentro superficial o un repaso transitorio de la vida. Un Capítulo General ya no es un acontecimiento privado de un grupo religioso. Es un acontecimiento que repercute en la Iglesia, a través de los lugares y las personas con las que compartimos misión y espiritualidad».
Para todos aquellos que están oyendo hablar de este acontecimiento y de su importancia en la misión de las RSCM, de la que muchos forman parte, vale la pena traer a la memoria algunos breves «flashes» de los Capítulos Generales en los que participé y que viví con gran interés.
Los Capítulos Generales del IRSCM nunca han estado desconectados de los contextos eclesiales y sociales contemporáneos. En este sentido, desde mi experiencia, vale la pena remontarse al Capítulo General de 1968, que coincidió con los grandes retos y las grandes esperanzas e ilusiones en la vida del Instituto en aquel momento. Los vientos de frescura del Concilio Vaticano II agitaban a la Iglesia y, dentro de ella, a las Congregaciones Religiosas, a las que el Concilio prestó especial atención con el famoso documento «Perfectae Caritatis»: «Fomenten los Institutos en sus miembros un conocimiento adecuado de las circunstancias de los tiempos, de los hombres y mujeres así como de las necesidades de la Iglesia; para que, analizando sabiamente las situaciones del mundo y de nuestros días a la luz de la fe, puedan llegar más eficazmente a la humanidad.»
El IRSCM, presidido entonces por la Superiora General, Hna. Margarida Maria Gonçalves, acogió el mandato, y su respuesta fue el histórico Capítulo General de 1968 – un Capítulo largo (2 meses y medio en 2 sesiones), que supuso una gran preparación de todos los niveles por parte de todo el Instituto: muchas investigaciones, comisiones, evaluaciones, estudios, etc. Este Capítulo dio lugar a un vasto Documento de Recomendaciones y Orientaciones que, una vez sometido a la aprobación de la Santa Sede, fue asumido por todo el Instituto como camino a seguir, en fidelidad al Espíritu.
Recuerdo este Capítulo General, con muchas formalidades eclesiales y estructuras típicas de la época, que después se han simplificado en sus procesos, optando por nuevas metodologías pero siempre salvaguardando, por supuesto, las normas canónicas. Siguieron otros Capítulos, con la regularidad prevista en las Constituciones, siempre infundiendo el deseo de profundizar en el espíritu del Instituto, actualizar el carisma y desafiar la Misión, con una clara comprensión de la práctica de la Justicia allí donde estuviera la presencia de las RSCM, en el ámbito institucional o informal, académico o pastoral y cualquiera que fuera el lugar.
El Capítulo General de 1975 fue decisivo en relación con el «LLAMAMIENTO A LA JUSTICIA». Se tomó conciencia de que era urgente reforzar y aumentar la colaboración de los laicos en una causa con la que las RSCM estaban tan comprometidas, y que quedó tan clara con la corroboración de la Declaración de la Misión en el Capítulo de 1990:
«El desafío del Evangelio y el espíritu de fe y celo que marcaron a nuestros fundadores, Jean Gailhac y Mère St Jean, y a nuestras hermanas fundadoras, nos impulsan a responder a las necesidades de nuestro tiempo y a trabajar con otro/as en una acción eficaz por la justicia evangélica. Enviadas a promover la vida y la dignidad de todos nuestros hermanos y hermanas, en este momento nos ponemos y ponemos nuestros recursos al servicio de los más necesitados de justicia, haciendo que los débiles, los más necesitados, los marginados, los que no tienen voz, puedan trabajar eficazmente por su propio desarrollo y liberación.»
Repasando las sucesiones de los Capítulos en las últimas décadas y releyendo su historia, no puedo dejar de reconocer la atención del Instituto al mundo cambiante, buscando ampliar su visión en el contexto de la globalización, comprometiéndose con la solidaridad y una creciente conciencia de la interconexión de toda la creación, cada vez más desafiante a profundizar en el carisma del Instituto que genera esperanza y vida para todo/as.
De todos los Capítulos Generales de las RSCM han emanado siempre las orientaciones más audaces, implicando y comprometiendo a todos aquellos que, según su lugar en el Instituto, forman parte de su misión y están comprometidos con sus Proyectos, a la luz de los documentos capitulares.
Este ha sido claramente el rumbo marcado por el Espíritu que han presidido los Capítulos Generales de las RSCM, con la experiencia y la autenticidad de cada tiempo. Las nuevas realidades de las RSCM, debilitadas en Europa por el envejecimiento y la disminución de sus miembros, pero con un floreciente y prometedor rostro nuevo en otros países, son una invitación a todos aquellos que, en sintonía con la misión de las RSCM, desean continuarla en cualquier parte del mundo, y puedan decir en este Año Jubilar de la Iglesia y Capítulo de las RSCM: «Soy peregrino de esperanza». El Papa Francisco nos invita a ello: «ser peregrino significa ponerse en camino cada día, recomenzar siempre de nuevo, redescubrir el entusiasmo y la fuerza y recorrer las diversas etapas del camino que, a pesar de las fatigas y las dificultades, abren siempre ante nosotro/as nuevos horizontes y panoramas desconocidos.» Ser peregrina/o en este tiempo es lo mismo, caminar y tropezar con las sombras y piedras del camino pero tambien esperar y afirmar que “la esperanza es una luz en la noche ”. Papa Francisco.
Hablar de los Capítulos Generales y de mi experiencia de vida a través de ellos es recordar el recorrido histórico de un tiempo que renovó el Instituto, lo hizo sumergirse en lo esencial de su espíritu y lo llama, hoy como ayer, a la esperanza profética, a un caminar juntos, arriesgando lo nuevo, «para que todos tengan Vida».
Maria Lúcia Brandão, RSCM