Belo Horizonte – MG (Brasil), 27 de enero de 2022.
¡Salve Padre Gailhac!
Soy colaborador del Instituto de las Hermanas del Sagrado Corazón de María, su obra más duradera. Trabajo en el Centro Provincial del Área de Brasil del IRSCM. Mi función es articular la pastoral de los cinco colegios del MEC en tierras brasileñas, misión facilitada por la competencia de las personas que asumen la coordinación de las Unidades y por la confianza que los religiosos, sus «hijas», depositan en nosotros.
Hoy, concretamente, estoy trabajando en casa, a distancia, en cuarentena porque he contraído el Covid-19, la variante Omicron, junto con mi mujer y mi hija menor. Gracias a las tres dosis de la vacuna ya tomadas, estamos experimentando síntomas leves. Por desgracia, no ha ocurrido lo mismo con otros millones de infectados en todo el mundo. ¡Cuánto sufrimiento y cuántas muertes evitables, especialmente en los países pobres y entre los más vulnerables!
¡Ah, si estuvieras aquí! Seguramente, habiendo sido capellán de hospital durante 21 años, se indignaría ante la indiferencia de tantos gobiernos hacia la salud de sus súbditos y ante la falta de solidaridad entre los países para erradicar esta pandemia que entra en su tercer año.
Sin embargo, estoy seguro de que no se quedaría sólo en la indignación. No es propio de ti identificar el problema y no hacer nada para resolverlo. Buscarías soluciones, como hiciste en Béziers, al ver las demandas de las mujeres en situación de prostitución, de los niños huérfanos o abandonados por sus padres, de las jóvenes con vocación de entrega, de las familias de clase media que buscan una educación integral para sus hijas, de los chicos pobres en riesgo de caer en el desánimo y la violencia, de las religiosas necesitadas de orientación espiritual y de las antiguas trabajadoras del sexo que buscan nuevos horizontes.
Usted fundó el Refugio del Buen Pastor, el orfanato, el Instituto de las Hermanas del Sagrado Corazón de María, el Internado (¡la primera escuela del MEC!), la Escuela Agrícola de Bayssan, la Congregación de los Padres y Hermanos del Buen Pastor y la Congregación de los Oblatos de María. ¡Para cada necesidad, una respuesta específica!
Fuiste un hombre de pocas palabras, profundo discernimiento y mucha acción. Analizabas la realidad a la luz de la fe y, una vez que captabas la voluntad de Dios en un asunto determinado, hacías todo lo posible por llevarla a cabo. Su modelo fue Jesús, el Buen Pastor, que vino para que todos tuvieran vida y la tuvieran en abundancia (cf. Jn 10,1-18). Enseñaste a tus «hijas» a ser «otro Jesucristo» en sus tiempos y lugares, a no retroceder ante los retos, a fijar la mirada en los objetivos que te habías marcado y a sumar sus capacidades y competencias a la gracia divina que nunca faltaría.
De este modo, usted estableció asociaciones, contribuyó a la transformación de las personas y las movilizó hacia el trabajo voluntario y el compromiso social. Hicisteis en vuestro tiempo lo que el Papa Francisco nos pide hoy: salir de vosotros mismos y llegar a los demás, estableciendo una cultura del diálogo, respetando las diferencias y uniendo a las personas, las familias, la sociedad civil y los organismos gubernamentales para la constitución de una «aldea global» o una «hermandad/sororidad universal» por el bien de la vida y el bien de la sociedad y del planeta.
Gailhac, has sido, en tu contexto sociopolítico, un constructor de puentes de justicia y solidaridad. El mundo contemporáneo necesita referentes como tú. Que su ejemplo nos anime y movilice: a sus «hijas»; a nosotros, sus colaboradores; a todos y cada uno de los seres humanos. Intercede por nosotros ante la Trinidad, para que la humanidad sea una en la diferencia, como Ella, y para que la vida sea en plenitud para todos, todos y todo, sin excepción.
Waldemar Bettio
