Thérèse-Marie Potelle (Unité France)
El don del Espíritu Santo a las naciones…
Durante un retiro espiritual para un grupo de laicos y sacerdotes, me pidieron que presentara el segundo Pentecostés del que habla San Lucas en los capítulos 10 y 11 de los Hechos de los Apóstoles. Se trataba de un acontecimiento clave para el futuro de la Iglesia naciente.
El capítulo 10 nos habla de las visiones cruzadas de Pedro y Cornelio, el centurión, y de su sorprendente encuentro.
El capítulo 11 narra el tormentoso regreso de Pedro a Jerusalén, cuando es convocado para dar cuenta de su estancia y sus acciones a la comunidad. Comió con ellos y bautizó a Cornelio y a toda su familia. ¡Qué desprecio por la Ley de Moisés y por sí mismo! Entonces Pedro volvió a contar toda la historia para que todos pudieran ver que procedía claramente de Dios. El Jesús crucificado había resucitado de entre los muertos por intervención de Dios, juez de vivos y muertos, ofreciendo el perdón en su nombre a «todo el que crea en él». Dios respondió entonces a su fe y el Espíritu fue derramado sobre estos creyentes entre los gentiles, como lo había sido al principio sobre los creyentes entre los judíos. Pedro comprendió que ahora Dios acoge a todos los que le buscan sinceramente según la luz que poseen, independientemente de la nación a la que pertenezcan. La gracia de Dios se derrama ahora más allá de las fronteras de Israel. La apertura de la puerta de la fe es el cumplimiento del deseo de Dios y no se puede establecer ninguna ley para la acogida del Espíritu.
Sopla donde quiere y cuando quiere. Dios ha dado a las naciones «la conversión que lleva a la vida», como repetirá Pablo: «Porque por gracia habéis sido salvados mediante la fe; no es culpa vuestra, es don de Dios» (Ef 2,8).
El capítulo 11 resume, si se me permite decirlo, la docilidad de Pedro al Espíritu, su escucha de la comunidad y las valientes decisiones que tuvo que tomar en varias ocasiones.
Hoy, ¿me atrevo a afrontar las nuevas preguntas de nuestro mundo hiperconectado y los nuevos públicos que genera? El Señor espera de nosotros que estemos abiertos a lo nuevo y a lo descentrado. ¿Estoy abierto a su Espíritu para poder mirar y actuar sobre nuestra realidad actual?
Pedro habla a los no judíos, presentándoles los acontecimientos que les traerán la salvación; no insiste en el cumplimiento de las Escrituras, sino en la igualdad de todos a los ojos de Dios. ¿Cuál es mi lenguaje, mi actitud hacia los que están en el camino de la fe? ¿Qué adaptaciones estoy llamado a hacer para transmitir a todos una fe renovada?
En sus numerosas cartas, el Padre Gailhac nos exhorta: «Que vuestra vida sea una vida de fe; que sea una imagen de la vida de Jesucristo… Que Jesucristo sea representado por todas vuestras acciones… Nada se resiste al ejemplo…. Por tanto, queridos hijos, estudiad a Jesucristo. Mantenedlo constantemente en vuestras mentes, y aún más en vuestros corazones, para que se revele en todas vuestras vidas…» (21 de junio de 1878)
¡Que el Espíritu de Pentecostés nos ayude!
