Carta 17

Posted noviembre 27, 2022

Colares, Sintra el 31 de octubre de 2022de 2022

Estimado Padre Gailhac

Le escribo después de haber meditado mucho en mi corazón el reto que me lanzó su hija, la hermana Marie-France: «Si quiere escribir al padre Gailhac, no deje de tomar la pluma…».

Cuando recibí esta invitación, hacía unos días que había llegado de Béziers y aún me costaba «empaquetar» todo lo que había presenciado, vivido y sentido allí. Así que dudé mucho antes de tomar la «pluma»…

Lo hice en un día de lluvia… ¡una lluvia que mi país necesita tanto! ¡Y leo en esa agua, generosa y gratuita que nos abunda, una metáfora de nuestra sed y de la fuente que desde Béziers se extendió, inundando riberas que cobraron vida!

Sé que sabes quién es este escritor. Pero los demás que me lean tendrán que conocerme un poco para entenderme en las palabras que les digo.

Te «conozco» desde hace 23 años. He sido su colaborador en el Colégio Sagrado Coração de Maria en Lisboa – Portugal. Empecé por conocer tu historia personal, tus amigos Eugène y Apollonie, tu sueño, tu fe y tu trabajo.

Más tarde, pisé por primera vez su Casa Madre. Lo hice con los jóvenes de nuestro Instituto… ¡el futuro, la esperanza! Entrar allí, subir esas escaleras, vivir entre esos muros, bajar a la cripta y rezar junto a ti fue un momento de gran identificación. Sentí que pertenecía a ese lugar y, en consecuencia, a ese sueño, visión y trabajo. Esa fue también mi historia.

El encuentro con la historia nos da la oportunidad de conocernos, de identificarnos, de comprender y de lanzarnos al futuro. Ese es el valor de las paredes y los objetos. Hay un espíritu en ellos que nos atraviesa y nos proyecta.

Volví a Béziers otras veces, y cada vez que volvía, sentía que regresaba a casa, que «encontraba lo mío», que cogía fuerzas y energía para los días, que bebía de la fuente…

Volví a Béziers por última vez en julio de este año 2022, cuando su Casa Madre estaba cerrando, y déjeme decirle cuánto habla el vacío de esa casa. Hay voces que no pueden ser silenciadas…

He vuelto para documentar y transmitir su traslado al cementerio de Béziers. Pero asumo otra misión: la de ser testigo.

Acostumbrado como estoy a leer tus cartas a tus «hijas», me pregunto qué tiene que decirte este hijo tuyo y, al hacerlo, me doy cuenta de la maravilla de ese sentido de pertenencia, de inclusión, de totalidad que siempre ha estado presente en tu vida y en tu obra.

¿Qué dice este hijo que te escribe?

Te dice en voz alta lo que te rezó su corazón cuando puse mi mano sobre tu ataúd en la cripta de la Casa Madre el 6 de julio de 2022, cuando te trajimos a la luz del día y de nuestros ojos.

¡GRACIAS!

Para expresarle mi gratitud «en voz alta», recurro a sus propias palabras, en las numerosas cartas que ha escrito a sus hijas.

«Desde mi infancia, Dios ha puesto en mí un gran amor por los demás».

¡Gracias por el deseo que nació en ese niño y creció en ese joven!

«Qué bueno es decir a Dios con un corazón generoso: ‘Dios mío, aquí estoy para hacer tu voluntad’. Mi corazón está preparado para todo».

Gracias por ese Corazón más grande, generoso y disponible.

«Dediquémonos a la gente que nos ha sido confiada».

Gracias por haber vivido tu vocación sin apartarte del mundo, sino amándolo.

«Que nuestra vida sea una oración continua».

«El celo es la llama del amor».

Gracias por la fe enraizada en la vida.

«No admitamos nunca ideas preconcebidas. En cada persona hay defectos y cualidades. Hay que actuar con serenidad».

Gracias por la capacidad de ver el valor de cada persona.

«El grano que siembras, el árbol que plantas, no dan fruto inmediatamente».

Gracias por la paciencia y la esperanza tan propias de un educador.

«Mantengamos la calma. Dios hará su trabajo, siempre y cuando no lo obstaculicemos demasiado».

Gracias por el trabajo.

«Jesucristo no quiere discípulos forzados, sino libres».

Gracias por las amplias vistas y los grandes horizontes.

«Los cimientos deben ser sólidos».

Gracias por la coherencia y la resistencia.

«Olvida lo poco que has hecho. Lánzate a lo que queda por hacer».

Gracias por la determinación.

¡Gracias, Padre Gailhac!

En estos tiempos que corren, y que estamos llamados a mantener vivo el sueño y la obra, ¡te lo agradezco en primera persona!

¡Soy testigo de lo que ha generado tu vida y de cómo me ha llegado, a través de tantas hermanas, algunas ya cercanas a ti!

Soy testigo del cuidado, el afecto y la devoción que generaciones de niños y jóvenes han experimentado gracias a su trabajo.

Soy testigo de la dedicación de tantos laicos que viven su vocación en nuestro Instituto, como lo hicieron en su día vuestros amigos Eugéne y Appollonie.

¡En su Instituto he podido estar! Y créanme, hay mucho valor en esto, no sólo para mí o para mí, sino para la señal de que esto es para una Iglesia donde todos tienen un lugar.

Su hijo,

Luís Pedro de Sousa

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