CUÉNTANOS, MARÍA ¿QUÉ HAS VISTO POR EL CAMINO?

Posted abril 11, 2023

Catherine Dolan y Ana Luísa Pinto, RSCM

Según el Evangelio de Juan (Juan 20: 11-18), María Magdalena, estando de luto, va al sepulcro, lo ve vacío, saca sus conclusiones y se enfrenta a un sentimiento de pérdida aún más profundo. Los ángeles le preguntan por qué llora. Extraña pregunta en esas circunstancias, pero tal vez sea para sacarla del dolor y hacerla reflexionar sobre lo que estaba sucediendo, cuál era la razón de su llanto. La pregunta y su respuesta de que no sabía dónde habían puesto a su Señor le hicieron darse cuenta de que no tenía sentido seguir mirando la tumba, sino mirar a su alrededor, mirar fuera para poder encontrar dónde estaba.

Cuando María se volvió, vio a Jesús de pie, pero no sabía que era él. Por esto: ella no buscaba a un Jesús vivo, sino a un Jesús muerto. Por eso, al no reconocer a Jesús, siguió llorando. Incluso cuando él le habló, ella no lo reconoció, pero le pidió ayuda, pensando que era el jardinero. Cuando Jesús se dirige a María por su nombre, ella se vuelve hacia él, lo reconoce y, llena de alegría, lo abraza. Él le dice que no le detenga, sino que vaya, lleve su mensaje a sus discípulos y les comunique que ha resucitado. María va y anuncia la Buena Nueva.

Esta es una historia de resurrección que se repite constantemente en nuestras vidas: el reconocimiento de la presencia de Cristo en situaciones de oscuridad y muerte. En nuestro camino, cada uno/a de nosotros/as se habrá enfrentado quizá a situaciones de pérdida, conflicto, frustración y rabia, y puede que hayamos estado tan alterados/as que lo único que veíamos era la situación. Al igual que María, tenemos que ser capaces de reflexionar sobre lo que está sucediendo y por qué nos sentimos así, de modo que no nos dejemos absorber por nuestros sentimientos, sino que seamos capaces de mirar hacia fuera, hacia aquello a lo que estamos llamados/as.

En tales situaciones contamos con la ayuda de temas dinámicos o características que nos han transmitido nuestro Fundador Jean Gailhac y las hermanas fundadoras. Gailhac subrayaba muy a menudo la importancia de la docilidad al Espíritu Santo en sus cartas a las hermanas: «Llénate cada día y cada vez más del espíritu de Dios. Guíate en todo por las inspiraciones que te vienen de Él«. (GS/22/X/78/A*) Vemos que esto afectó tanto a su propia vida como a la de la comunidad primitiva, que a menudo momentos importantes en la historia de nuestro Instituto surgieron no por planificación sino por apertura al Espíritu en los acontecimientos del momento. Una de nuestras características como RSCM debería ser esta capacidad de reflexionar sobre lo que está sucediendo realmente, de estar abiertas a la acción del Espíritu en una situación dada.

Con la intención de María de encontrarse con su Señor, podemos relacionar el énfasis que Gailhac pone en la centralidad de Jesucristo en nuestras vidas. En efecto, Gailhac sitúa los fundamentos profundos del Instituto en Jesucristo. Una y otra vez, nos recuerda nuestra vocación: no basta con estudiar a Jesucristo, no basta con seguirle o incluso con amarle; es necesario ser uno con Jesucristo vivo en el presente, transformarse en él, asumir las disposiciones interiores de Cristo vivo. La transformación en Jesucristo es central en la visión de Gailhac y en nuestra espiritualidad: «Formar plenamente a Jesucristo en ti, vivir de Jesucristo, tener una sola vida con Jesucristo, ser otro Jesucristo, es el fin de tu carrera…». (Ecrits, vol. 11, p. 3651). Como RSCM estamos llamadas a integrar nuestras vidas centrándolas en Cristo, cuyo amor en nosotros es la fuente de nuestra fe y celo. (Const. 9) Es en Cristo, siendo un con él, donde damos testimonio de su misión de «dar a conocer a Dios y hacerlo amar». Nuestras Constituciones expresan esto como compromiso total en el seguimiento de Jesucristo, transformación personal en Él y transformación del mundo. (Const. 2)

La capacidad de María Magdalena para reconocer a Jesús en el jardinero, para creer que esa persona aparentemente diferente era él, requería un espíritu de fe, tan esencial en nuestras vidas, que nos ayuda a reconocer la presencia de Dios en personas y acontecimientos improbables. La presencia de Jesucristo en el aquí y ahora es fundamental para la visión de Gailhac. Fue volviéndose a Dios, como Gailhac decía tan a menudo, y a través de su confianza en la presencia de Dios, que las hermanas jóvenes de nuestra historia temprana como Instituto fueron capaces de hacer cosas que nos asombran, como viajar a países e incluso a nuevos continentes para establecer comunidades donde nunca antes habíamos estado y donde todo les resultaba extraño y desconocido.

Es en momentos de resurrección como éste cuando experimentamos la verdad de lo que Gailhac escribió a la Madre Saint Jean en el momento de la fundación del Instituto, cuando las hermanas experimentaban rechazo y gran ansiedad: «Dios está con nosotros, así que también un poco de su cruz…. Dios y María os darán valor y nosotros seremos sostenidos por Dios«. (GS/23/II/49/A*) La faceta más clara de Cristo en las primeras comunidades del IRSCM es precisamente el misterio pascual: la muerte y resurrección de Cristo vivo.

El significado que Gailhac da a la participación en el misterio pascual de Cristo es semejante al que Pablo refiere en su carta a los Filipenses: «…para conocerle a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, a fin de alcanzar por todos los medios posibles la resurrección de entre los muertos» (Filipenses 3, 10-11). Mirando el recorrido de nuestra historia como Instituto, nos damos cuenta de que las hermanas y las comunidades se han enfrentado a diversas situaciones de Cruz, nunca deseadas ni buscadas. Al contrario, el misterio pascual estaba presente en la realidad, y era reconocido por las hermanas como un signo de la presencia de Cristo entre ellas. Casi se convirtió en una parte esperada de su/nuestra vida.

El envío que Jesús hace de María Magdalena a los demás discípulos deja claro que ella debe compartir la noticia de la resurrección con los demás, compartir la buena nueva de la vida en abundancia. Nos recuerda la insistencia de Gailhac en que debemos continuar la Obra de Cristo. En una de sus cartas, escribe: «Dios as ha llamado para representarle, para continuar su Obra» (Ecrits, vol.13, p. 4759). Esto es a lo que estamos llamadas hoy. En palabras de nuestra Declaración de Visión (Doc. CG 2019), «Somos llamadas a escuchar el latido del corazón de Jesucristo, a quien encontramos, personalmente y como comunidad, en todas las dimensiones de nuestra vida, y a ser mujeres de pasión y compasión, «en salida», para anunciar la Buena Nueva. Colaboramos con otros, caminando juntas – mujeres de esperanza profética que proclaman que todos tienen un lugar en nuestra «casa común».

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