La liturgia de hoy, especialmente el Evangelio y la primera lectura, indican claramente que Dios no tiene favoritos y se propone la salvación de todos. Dios está dispuesto a conceder bendiciones, amor, cuidados y gracias inestimables a cualquiera que esté abierto a su amor infinito y a su generosidad sin límites, como vemos con la samaritana y con Israel. En la primera lectura se nos dice que Dios no tuvo en cuenta la maldad de Israel, sino que proveyó generosamente al pueblo a pesar de su pecado. Al principio, todo les iba bien, pero pronto surgieron dificultades: calor agobiante, cansancio, mordeduras de serpiente, hambre y, sobre todo, sed. En medio de todas estas dificultades, Dios les proporcionó generosamente agua viva y alimento. En el evangelio, Jesús sigue concediendo vida en plenitud a la samaritana con agua que da vida. Al hacerlo, Jesús indica claramente que la generosidad de Dios es para todos, a pesar de la raza, el color, el clan, el estatus y la afiliación de cada uno, ya que el propósito exclusivo de Dios es conceder vida en plenitud a todas las personas.
Lo mismo sucede hoy con nosotros, modelados según el ejemplo de Jesús, nuestro buen pastor, que vive en nuestros corazones, cada acto de bondad, de amabilidad y de caridad realizado a otro es conocido por Dios, que nos recompensará indefectiblemente y en una medida que superará todas nuestras expectativas. Teniendo en cuenta el carisma de nuestro fundador, «Para que tengan vida en abundancia», tampoco nosotros debemos ser menos generosos con nuestros hermanos y hermanas, especialmente con los enfermos, los cojos, los huérfanos, las viudas, los viudos, los niños de la calle, los pobres y los abandonados. Por eso, en palabras precisas del propio Jesús, «Dad, y se os darán dones; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se derramará en vuestro regazo, porque la medida que concedáis a los demás es la medida que se os concederá a vosotros». En efecto, mis queridos hermanos y hermanas, Dios nunca es superado en generosidad hacia todos los hombres.
Precious Mbulo
Zambezi
El mendigo de la hermosa puerta
