Patrimonio y Espiritualidad
Hermana Beatrice Magaya, RSCM
El padre Gailhac es un hombre que vino al mundo para marcar la diferencia. En su vida respondió generosamente a los demás. Era una persona única. Ser humano es ver a los demás como dignos de atención, pase lo que pase. Al ayudar a los demás, el mundo se convierte en un lugar mejor. El regalo más alentador para otro es ayudarle. Creo firmemente que ayudar a los demás es la forma más rápida de encontrar la verdadera felicidad, haciendo que el día de la otra persona y el tuyo propio sea un poco más brillante.
El padre Gailhac, nacido el 13 de noviembre, tenía algo especial. De joven se sintió atraído por los marginados de la sociedad, los pobres, los enfermos y los encarcelados. Dijo de sí mismo: «Desde mi juventud, el Señor me ha llenado de un fuego sagrado (1879)». Al encontrarse con la gente, vio sus necesidades y las tocó con su buen corazón, el corazón de Jesús. Nos inspira hoy cuando leemos su camino de santidad, haciendo felices a los demás ofreciéndoles ser personas nuevas.
La santidad y el buen ejemplo son como un fuego ardiente que consume todo lo que lo rodea. Además, «la fragancia de una vida santa se siente allí donde reside la persona santa que la difunde» GS/3/XI/87/A. Recordamos y apreciamos la santidad de nuestro fundador, y cuando nos inspiramos en él, lo convierte en el santo de todos los días.
Cuando compartimos el espíritu de nuestro fundador inspirando a otros a unirse a esta misión, nos animan sus palabras: «Si queremos cumplir nuestra vocación y hacer fructífera nuestra labor, debemos ser modelos… y hacer antes de enseñar». Nadie puede comunicar lo que no tiene. La persona que no tiene amor por Dios no puede hacer nacer el amor en otra persona. GS/21/XI/83/A
El padre Gailhac estaba tan lleno de fe que no temía a la muerte: «Ánimo querida hija, muramos, Jesucristo murió por nosotros y porque murió para que nosotros viviéramos, debemos sentirnos privilegiados de morir con él para vivir con él por la eternidad. GS//8/XI/71/C
La valentía de nuestro fundador al iniciar el Instituto del Sagrado Corazón de María nos inspira a soñar y a continuar, creyendo con alegría que el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños (Eleanor Roosevelt). Al final, lo que importa no son los años de nuestra vida, sino la vida en nuestros años.
