Este domingo, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre el don de la escucha de la palabra de Dios, la apertura al diálogo, el camino a seguir y a dejarse guiar por Jesucristo. Es un desafío en este momento vivir en silencio, con las voces de los gritos de nuestros hermanos y hermanas. ¿Puedo preguntarme cómo escucho en mi vida?
Recuerdo las palabras de nuestro Fundador, el Padre Jean Gailhac: «Durante el tiempo de Cuaresma, se observará más estrictamente el silencio, todos se esforzarán por mortificar la curiosidad de ojos y oídos, todos llevarán una vida de continua unión con Dios». GS 12/II/80*.
En la primera lectura, Dios habla a Abraham. Le invita a dejar su país y a sus padres y a ir adonde Dios le había indicado. Él escucha y se pone en camino. Es un don de Dios saber escuchar y acoger, porque con demasiada frecuencia no hacemos la voluntad de Dios, sino la nuestra, en lugar de dejarnos guiar y dirigir por Dios.
El Evangelio nos invita a la escucha, la oración y la contemplación como experiencia personal. En la transfiguración, Jesús hizo partícipes a sus amigos de su futura vida de resurrección. Sólo unos pocos vivieron la experiencia con él y, mientras contemplaban a Jesús transfigurado, oyeron: «¡Escuchadle!». Esa fue la primera orientación: escuchar a Jesús. Los discípulos estaban extasiados y ni siquiera pensaban en volver cuando Pedro dijo: ‘es bueno que nos quedemos aquí haré tres tiendas’.
Es bueno quedarse, pero al mismo tiempo es necesario, escuchar, bajar de la montaña a la realidad, estando atentos a los gritos de nuestros hermanos, asumiendo la misión, tocando el suelo de nuestra vida y de los demás que nos esperan. En este camino sinodal estamos invitados a caminar juntos, en escucha mutua en todas las circunstancias, con fe y esperanza, hacia la Pascua.
Izaura Paulino Invarua
Quelimane, febrero de 2023
