Quinto domingo de Cuaresma,
26 de marzo de 2023
La liturgia de hoy nos invita a reflexionar y responder sobre la llamada a la VIDA, la verdadera vida, que encontramos cuando escuchamos la voz de Jesús, el Buen Pastor.
El relato de la resurrección de Lázaro nos muestra que la vida vence a la muerte. La luz eclipsa las tinieblas, la tristeza da paso a la alegría, la esperanza cobra fuerza y el amor se expande como una fuerza vital. Este evangelio nos invita a buscar la Luz de la Vida en una realidad en la que detectamos muchos signos de muerte.
En las dos frases bíblicas: «¡Lázaro, sal fuera!» y «Desátalo y déjalo caminar», Jesús nos llama a la vida y nos enseña que necesitamos dar pasos concretos para romper con todo lo que nos limita o aprisiona. En «desatadle», Él nos revela que también necesitamos contar con la ayuda de los demás, lo que evoca la Sinodalidad, una invitación a «caminar juntos». Estas dos enseñanzas son motivaciones para la esperanza y el compromiso.
Salir del sepulcro, ser desatado, libre, es una llamada a renovar la vida, un gesto de amor de Jesús a los suyos. En esto, aprendemos del Padre Gailhac que nos dice: «No amar es permanecer en la muerte, y estar en la muerte y no resucitar es no amar. Amemos para salir de la tumba y salgamos de la tumba para amar». (GS/26/III/77/A*. Vol. I, p. 305). A partir de esta enseñanza de Gailhac y de la liturgia, se nos invita a reflexionar sobre el amor de Jesús por nosotros, su entrega al proyecto del Padre y la gran confianza que el Padre depositó en Él.
Cultivemos la certeza de que no estamos solos y de que es necesario «esperar» en la humanidad como signo de confianza en el Padre.
Como dice el salmista: «En el Señor pongo mi esperanza; espero en su palabra», pongamos toda nuestra confianza en el Señor y seamos, para las personas que nos rodean, ¡un signo de Vida Nueva! ¡Salgamos de nuestras tumbas y contemplemos la manifestación del amor de Dios que acontece aquí y ahora!
Daniela Linno, RSCM
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